lunes, 8 de abril de 2013

CARTA ABIERTA A MIS PAISANOS


Quizá algunos de los que me lean no conozcan más que mis comentarios por este medio, otros sólo sabrán que soy un miembro más de mi familia, muchos otros seguro no me conocen de ninguna forma y, quizá, así sea mejor, en principio. Comenzaré por recordar una frase del cantautor  venezolano Alí Primera que antes he usado en uno de mis escritos: Los que mueren por la vida, no merecen llamarse muertos. Cómo nos hace falta apropiarnos de estas palabras en Colombia, un país que sufre de manera generalizada de muy mala memoria y poca conciencia de las cosas que le pasan y deja pasar. Creemos que, dejando pasar las cosas se solucionaran por si solas, que echándoles tierra se borran las tragedias, vivimos distraídos dejándonos envolver por los distintos  contentillos que nos ofrece el establecimiento, llenos de miedo de hacer valer nuestros derechos y, también, de cumplir nuestros deberes, cosa indispensable para poder exigir, con justicia, el cumplimiento de los derechos y el cubrimiento de las necesidades básicas a cabalidad. Justicia es dar a cada quien lo que corresponda según el principio platónico y eso debemos hacer, comenzando por refrescar la memoria, por no dejar en el olvido el legado de quienes nos han precedido y han dado la vida buscando brindarnos nuevas y/o mejores oportunidades. Escribo estas palabras sólo para hacer un llamado, esperando obtener eco, para tocar a las conciencias e invitarlos a dar un paso al costado, a salir del molde preestablecido, a generar un cambio, a iniciar una revolución. Sí. ¡Una revolución! Pero no una revolución armada, de ninguna manera, ni en contra de establecimiento ni de manada alguna… una revolución por la verdad y para la verdad y que, principalmente va dirigida a cada uno de nosotros, a ese que nos mira desde el espejo diariamente y a quien a veces rehuimos la mirada por vergüenza de reconocer todo lo que hemos podido ser y no hemos sido, por miedo.
Vivimos en un mundo de valores invertidos, donde se tilda de héroes a los señores de la muerte, a los artífices de las guerras, a los dueños de las mafias de todo tipo y no a los artistas, a los educadores, a los deportistas, a los trabajadores forjadores de patria, vivimos atrapados en una nube de falsos ideales impuestos por un reducido grupo de hombres que anteponen sus intereses por encima de los de los demás y los perpetuamos en el poder, participando en su juego macabro. Es el pueblo quien perpetúa en el poder a sus gobernantes, quien les da el poder para administrarlo y a él deben rendir buenas cuentas de esa gestión…  El poder político está en manos del pueblo, no de sus dirigentes, son estos los que dan a los dirigentes la oportunidad de representarlos, son ellos quienes deben agradecer al pueblo estar en su posición de privilegio y cumplir con las expectativas que estos tienen respecto a su gestión. ¿Si esta gestión no es la esperada por qué el pueblo no los castiga dejando de elegirlos? Es cierto que ha habido muchos lugares en donde se ha impuesto a las balas la elección de uno u otro candidato, sobre todo en la era paramilitar, cosa que ya va siendo parte de nuestra historia, pero ¿Qué sucedía con las grandes ciudades donde no se imponían a bala o antes de la aparición de estos grupos o en zonas donde no se obligaba a nadie a votar por un candidato en particular por la fuerza? ¿Dónde ha quedado la conciencia? ¿Será este el país que han querido heredarnos nuestros mayores? Decidieron que fuera este, lo hayan querido o no. De nosotros depende cual heredaremos al futuro.
Cada vez que alguien trata de dar un cambio es obligado a desistir de su idea o desaparecido. Nuestro país ha visto como muchos de sus grandes hombres han sido martirizados y como, algunos otros, para poder sobrevivir se dejan arrastrar por el sistema, convirtiéndose en sus siervos. No sería este el momento de recordar tantos magnicidios y tantas masacres, como tampoco de las desidias del estado, el grave estado del sistema de salud, el deplorable estado de la educación, su nivel tan mediocre, la infraestructura pobrísima, en fin, tantas miserias, tantas, casi incontables...

Hemos visto como, últimamente, se han estado realizando distintos tipos de movilizaciones en busca de solucionar situaciones puntuales que, más allá del mérito de las movilizaciones, sólo terminan aportando soluciones parciales, pañitos de agua tibia. Estas movilizaciones de masas pueden indicar un despertar de la conciencia colectiva, si no están mediadas por los intereses mezquinos de algunos en contra de los de otros pocos, pero deben apoyarse en la acción continua y personal de cada uno, deben superar las pancartas, los bloqueos y las arengas, deben significar una renovación en la visión de las cosas. Nos quejamos de la violencia que azota el país, nos espantamos de la violencia que sacude a otros pero no somos conscientes de nuestras violencias, de nuestras agresiones cotidianas a nuestras parejas, a nuestros hijos, a nuestros vecinos, a los demás en la calle, en el transporte público, en todas partes. Si queremos un mundo pacífico, seamos pacíficos desde nuestra intimidad y el mundo, más temprano que tarde cambiará. Si deseamos un mundo más solidario, más colaborador, más unido, seámoslo cada uno de nosotros. Usualmente nos preocupamos por saber si algo es conveniente o no para nosotros sin importar si eso es verdadero y correcto y por eso terminamos amañando las circunstancias, transgrediendo las leyes, violentando lo que consideremos necesario sin importar a cuantos se pueda afectar en el intento. Debemos dejar de pensar en lo conveniente para pensar en lo correcto: Ese cambio duele, hiere nuestro orgullo y, en algún momento, no será seguro, políticamente correcto, ni popular. Si hacemos lo verdadero y lo correcto y lo exigimos a los demás estaremos cambiando en busca de conquistar nuestras más altas libertades, quitándonos el yugo que  nos han impuesto los opresores. Se necesita despertar, sacudirse de la mediocridad y de la ignorancia. No hablo solamente de la educación formal avanzada, pues hay profesionales mediocres y también los hay quienes son completamente ignorantes de los asuntos emocionales, políticos, económicos y demás que le impiden ser un ciudadano consciente y consecuente con su realidad. ¡Qué bello sería que, en alguna elección, ganara el voto en blanco! Aún más que eso, que bello sería que los pueblos formaran a sus propios líderes, desde las bases, desde las juntas de acción comunal, desde las escuelas y colegios y los vayan llevando, con su veeduría por el camino del buen liderazgo, que a los representantes ya elegidos se les haga la adecuada veeduría por parte de una comunidad bien organizada, pero ni de eso hemos sido capaces en la mayoría de las veces, llevados por nuestros egoísmos por procurar, siempre, el bien individual en detrimento del general. Mis paisanos, yo sé bien que hace muchos años no vivo su realidad, que desconozco los pormenores de las intrigas del poder, los personajes que dejan de hacer lo correcto y de hablar con la verdad, para hacer lo que les conviene, apoyados en la mentira y la falsedad, pero esto – y muchas cosas más que se me pueden reclamar – no me impiden aplaudirles la conmemoración que en pocos días se disponen a hacer, lastimosamente las fechas que más se recuerdan son las de una tragedia o la de la muerte violenta de alguien. Que este día sea el día de nuestro despertar, que marque el cambio de conciencia que necesitamos y le haga sentir a nuestros representantes que no estamos dispuestos a seguir perpetuándolos en el poder si no cumplan con su obligación como mandatarios, si no nos rinden cuentas claras, si no dejan de escandalizarnos con sus acciones o sus omisiones, si no nos dan ejemplo de ciudadanos cabales, conscientes de su papel en la sociedad y consecuentes con su dignidad de mandatarios. Que sea este el día que usemos para definir hacia donde queremos llevar nuestro pueblo, en el cual nos organicemos para exigir nuestros derechos y para cumplir nuestros deberes, para aportar nuestra voluntad, nuestra fuerza, nuestro trabajo en busca de mejores oportunidades. Que sea el día en que abramos los ojos y veamos que el poder está en nuestras manos, que somos nosotros los que elegimos y quienes debemos poner orden, hablar con la verdad y hacer lo correcto, más allá de lo conveniente.

Que sea el 26 de Abril el día en que los Guamaleros tomen las riendas de su pueblo y que permitan, con ello, que la muerte y el desplazamiento de tantos paisanos no hayan sido en vano.

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