martes, 15 de abril de 2014

VALLENATO PROTESTA 1

Cuando escuchamos hablar de Canción protesta, inmediatamente se nos viene a la cabeza la Nueva canción latinoamericana, movimiento aparecido a mediados de los años sesenta del siglo pasado, diferenciándose de la canción popular precedente por su  fuerte compromiso social y con ella vienen a nuestras mentes cantautores como Facundo Cabral, Pablo Milanés, Piero, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez y, quizá a algunos Gilberto Gil, Caetano Veloso, Alí Primera y Rubén Blades. Serrat, siendo catalán, ha tenido un vínculo muy estrecho con este movimiento y también suele asociarse en nuestras mentes con él, de la misma forma que sus precursores: Víctor Jara, Violeta Parra y Atahualpa Yupanqui. A algunas personas pueden venírsele a la mente los colombianos: Ana y Jaime, que aún se mantienen vigentes en lugares “del recuerdo”  y, quizá – aunque creo que a muchos menos - Pablus Gallinazus, también colombiano y con alguna notoriedad  en los sesentas y setentas del siglo veinte. Este movimiento se caracterizó por recurrir al folclore musical, tal como se presentaba en cada región del subcontinente latinoamericano; sin embargo, estos artistas colombianos antes nombrados en sus interpretaciones poco o nada se aproximaron a sus raíces musicales para recrear sus interpretaciones. Se aproximaron a la balada, al rock o a la trova cubana, principalmente, en sus números más conocidos, perdiendo, con esto, la fuerza que este volver a las raíces le imprime a su discurso reivindicativo, como en el resto de los intérpretes y cantautores.

Es poco probable que al público en general, incluyendo al público de la costa caribe colombiana, se le vengan a la mente compositores como Daniel Celedón, Hernando Marín y Santander Durán al hablar de la canción protesta y pocos menos llegarán a aceptar con facilidad que en la época de mayor auge de este movimiento y al margen del mismo, en Colombia se presentaban muchas composiciones de lo que podríamos denominar: Vallenato protesta que, como el resto del movimiento reflejaba las necesidades y reivindicaba los derechos de los más pobres, reclamando el respeto por la vida de quienes usualmente son relegados por la sociedad desigual en la que les tocó vivir o sobre vivir.

Uno de los antecedentes más famosos de este tipo de vallenato lo podemos encontrar en el paseo: El hambre del liceo, en el cual el maestro Rafael Escalona, mostró su inconformidad por la comida que recibían los internos del Liceo Celedón, de Santa Marta.

Salgo a Santa Marta, cojo tren en la estación,
paso por la Zona tierra de los platanales,
y al llegar a Fundación sigo en carro para el valle:
Con esta noticia le fueron a mi mama,
que yo de los platos ya me parecía a un fideo.
Y es el hambre del Liceo, que no me deja engordá.
¿Qué tiene Escalona, qué tiene ese muchacho?
Dicen las personas cuando lo ven tan flaco,
pero es que no saben el hambre que se pasa
cuando un vallenato se sale de su casa.

A partir de este célebre antecedente se sienta un claro precedente diferenciador en las temáticas de la protesta del vallenato, que se distancia del discurso principalmente anti-imperialista de las canciones del movimiento de la Nueva canción latinoamericana, para consolidarse como una alternativa de reclamación frente a cualquier figura representativa de poder por la cual el cantor o el grupo o sector social del cual se hace y siente vocero se sienta oprimido, discriminado o explotado.

El Festival de la Leyenda vallenata, desde sus orígenes, ha sido un evento de la élite terrateniente del departamento del Cesar y, por tanto, una figura de poder que se ha dado a la tarea de definir e imponer una serie de reglas para definir los aires musicales como auténticamente vallenatos y declarar como espurios una gran variedad de ritmos, a pesar de su extendida aceptación popular, principalmente pertenecientes a la tradición de las sabanas del Bolívar Grande y que han sido llamados desde Valledupar, en una generalización bastante mezquina, Vallenatos sabaneros, calificación que muy poco agrada a los innumerables y valiosísimos compositores e intérpretes de estas regiones que, de diversas formas han dado a conocer su disconformidad con estas directrices excluyentes del Festival, pero pocas, aunque por diferentes motivos, como la reconocida reclamación hecha a esta institución y uno de sus fallos por parte del compositor “Geño” Mendoza, autor del tema Festival Vallenato, grabado con gran éxito por Nelson Henríquez, en el cual denuncia, tomando la vocería del público asistente a la final del certamen del año 1971, lo que consideró como una injusta elección y coronación como rey  del barranquillero Alberto Pacheco, siendo el favorito de todos el maestro Luis Enrique Martínez, El Pollo vallenato.

…pero inconforme el pueblo ha de seguir,
si le estropean sus aires vallenatos
y exige que sean honrados:
si desde el ruedo al Pollo
lo vieron salir, en las garras del jurado.

Luis Enrique Martínez, el Pollo vallenato,
que siempre lo ha sido, volverá a ese ruedo:
la tierra e Pedro Castro, orgullo vallenato
y justo ha lastimado al pueblo consejero.

La queja vallenata a veces ha sido enfilada al mismo Dios, como la formulada por el compositor Gildardo Montoya y popularizada por el gran Alejo Duran, en el paseo Plegaria Vallenata, en el cual increpa a Dios por la pronunciada desigualdad social de su región.

Óyeme diosito santo
tú de aritmética nada sabias,
dime por qué la platica
tú la repartiste tan mal repartida.

Óyeme diosito santo
en cual colegio era que tu estudiabas,
por qué a unos les diste tanto
en cambio a otros no nos diste nada.

Otras veces la protesta del vallenato ha sido dirigida a personalidades públicas, como el Nobel de Literatura García Márquez, a quien le reclamó el maestro Armando Zabaleta,  su supuesta indolencia frente a la situación de abandono de su pueblo natal, responsabilidad del estado y sus pésimos dirigentes, en el tema Aracataca espera grabado por  los Hermanos López en 1974.

El escritor García Márquez
hay que hacerle saber bien,
que uno la tierra donde nace
es la que debe querer

y no hacer como hizo él,
que su pueblo abandonó,
y está dejando caer
la casa donde nació.

Este mismo compositor, dejó ver en uno de sus cantos su preocupación por la situación de la pertenencia de las tierras en el país, en su canción La reforma agraria, que bien podría ser el himno de quienes buscan la restitución de sus tierras perdidas a manos de los grupos paramilitares y que, seguramente, como en su momento fue vetada por el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, hoy volvería tener igual suerte.

Yo no me explico qué es lo que está haciendo
la reforma agraria allá en el Magdalena:
Desde que están expropiando terrenos
y todavía no se ve una parcela

Con ese paso que llevan,
¿Quién sabe cuándo las veremos?
Nos moriremos de viejos
con la esperanza de verlas.

A ese gobierno que usualmente sólo existe para cobrar impuestos y pedir votos, el compositor Andrés Beleño, en la persona de Alfonso López Michelsen, le dirigió su queja en la composición Usted señor presidente, teniendo, además, la osadía de enrostrársela en la primera aparición del acordeonero Máximo Jiménez en el Festival vallenato de 1977.

¿Usted señor presidente si está de acuerdo
que acaben los campesinos de su nación?
Si sabe que es un esfuerzo que están haciendo
para no morir de hambre con su opresión,
y manda su gente armada sin corazón
pa que vean correr la sangre de un hombre bueno.

Allá viene el campesino, con su burrito pal pueblo,
viene a cambiar por dinero, los frutos de su cultivo.

¿Usted sí se ha dado cuenta cómo es que viven?
Y lo que manda es miseria para esa gente,
eso es lo que hace usted señor Presidente
y así les quita lo poco que ellos consiguen.
Usted apoya un corbatudo terrateniente
el enemigo inmediato que los persigue.

Las tierras están en montaña y nada están produciendo,
cuando ya están cultivadas, entonces aparece
un dueño.

Quejas vigentes aun en nuestros días, plasmadas en canciones vallenatas hay muchas, como es el caso de las planteadas por el Sanjuanero Hernando Marín Lacouture en sus canciones Los maestros, La ley del embudo,  La dama Guajira  y Canta conmigo, la primera grabada por los Hermanos Zuleta en el álbum homónimo de 1976, la segunda por Beto Zabaleta y Emilio Oviedo en 1976, la tercera de múltiples grabaciones, la más reciente por el Binomio de oro en la voz de Orlando Acosta en el álbum Impredecible del 2006 y la última del álbum homónimo de 1990 del Cacique de la Junta, Diomedes Díaz, y Juancho Rois.

En la primera de estas canciones el maestro Marín sienta su voz de protesta frente al mal pago recibido por un amigo personal, perteneciente al magisterio y, con él, todos los miembros de este colectivo que, progresivamente, han visto disminuir sus garantías laborales desde entonces, de gobierno en gobierno.

También sé que este gobierno les paga de vez en  cuando
y otras veces por milagro, les paga de mes en mes.
Eses es otro que no sabe agradecer,
tienen sus hijos también que los están enseñando.

No se acuerdan que fueron niños también,
y, sea hombre o sea mujer, debe ser considerado,
pero como ellos tienen el poder
y  las gallinas de arriba le echan flores a las de abajo.

La segunda canción referida tuvo una acogida y una difusión tales que, incluso, llegó a ser propuesta por el comandante Jaime Batemán Cayón como el himno del M-19 y, puede, de manera inequívoca ser empleada para referenciar el abandono en que el estado centralizado mantiene aún a las provincias, a pesar de los intentos de algunos sectores de la periferia de lograr su real autonomía administrativa y que aún espera la reglamentación de la ley de ordenamiento territorial.

Yo soy el cantante del pueblo,
yo soy quien defiende a la población
allá donde no llega el gobierno,
allá es donde nace mi triste canción.

Yo soy quien les escucho su llanto
y con ellos comparto su necesidad,
y mejor le pedimos a los santos
porque el que está gobernando creo que es por no dejar

La ley del embudo: lo ancho pa' ellos y lo angosto pa' uno,
ley de la ballena: lo angosto pa' uno y lo ancho pa' ella
la ley del más fuerte: como están armados se hacen los valientes
es la ley del cantante: porque este sistema se volvió estandarte

En esta tercera canción Hernando Marín llega a ser premonitorio o profético frente al sorpresivo interés de los dirigentes del interior del país y de muchos extranjeros en su departamento, al saberse que este era un emporio carbonífero, adelantándose al desfalco que harían y aún hacen de los bienes del subsuelo de la nación y que, en la práctica, no significan ningún bienestar para los moradores de esos territorios.

La guajira es una dama reclinada
bañada por las aguas del caribe inmenso,
y lleva con orgullo en sus entrañas
su riqueza guardada orgullo pa mi pueblo .

Majestuosa encabezando el mapa
cual pedestal representando a un reino,
esa es mi guajira engalanada que
por años fue olvidada y hoy se yergue grande.

Viene un heredero a reclamarla porque tiene plata,
porque ahora si vale: mi guajira grande, mi Guajira bella.

Ahora que la dama tiene plata
viene el galán a la casa y promete quererla,
luciendo con soltura y elegancia
una gigantesca manta y joyas de misterio.

Claro tiene el gas que es una ganga,
la sal de Manaure y su carbón piedra,
pa los gringos… su carbón de piedra.
Y pa nosotros: ¡Que comamos Piedras!

La última canción que referencio del maestro Nando Marín, constituye una plegaria donde el autor expresa sus anhelos de paz para el Cesar y Colombia. Anhelo que, 24 años después aún  espera ser cumplido. Ahora, con más ansias e incluso desesperación que en ese entonces.


Yo quiero que el mundo sea más pequeño
y estar cerquita del cielo para jugar con el sol.
Quisiera juntar el cielo y la tierra, llanuras y cordilleras
y unir las aguas de Dios.

Ay ver junto una mujer blanca con una negra,
y que no existan rencillas por el color.
Y oír en la voz del pueblo un canto de mi tierra,
yo quiero cambiar la guerra por paz y amor.